miércoles, 23 de septiembre de 2009

Delhi





Las libélulas revolotean caóticamente en el cielo encapotado.


En el bochorno insostenible aparece una nube oscura que anuncia la llegada del monzón;


Bendito y cálido diluvio que en unos cuantos minutos cubrirá todo,


anegará callejas, sin que la más esperpéntica de las ciudades detenga su latido constante.


Unas cuantas gotas gordas tatúan el suelo al caer, como presagio de la lluvia que se avecina.


Desaparecen entonces los insectos voladores.


Quedaremos los humanos indefensos ante la fuerza del monzón


Que descargará su furia y su agua sobre Delhi.



Mientras, sobrevuelan los cielos grises grandes rapaces y cuervos negros.


Sigue sin llover.


Tensa espera inquieta.


Y comienza el torrente bendito. Las calles se pueblan de charcos primero,


Y de ríos después. Arroyos de agua sucia que a su paso arrastra detritus de todos los colores y olores.


Las vacas impasibles, continúan su existencia calmada.


No se mueven de su sitio o continúan de su corazón a sus asuntos.


Como por birli birloque, se han volatilizado los cientos, miles de puestos callejeros,


Vendedores, pedigüeños, busca vidas, chavalines pandilleros, tatuadores de henna,


Burros de transporte, vendedores de abanicos de plumas de pavo real…


Solo en este diluvio, comprueba el observador, quien es un mendigo real


Del batallón de millones de almas que ganan su pan mediante la caridad ajena.


Son aquellos que aguantan estoicamente el aguacero, aquellos que no tienen donde ir,


Aquellos que ni tan siquiera hacen por no mojarse, pues no tienen donde correr.


Es ese buen momento para repartir óbolos a tan mojados corazones


Sin temor a equivocar destinatario merecedor de tan noble virtud.


A cambio siempre una sonrisa, diluida por la cortina de agua que insiste en caer de los cielos.


En algún lugar oculto se pone el sol, tornando el cielo de naranja,


dándole un aspecto todavía mas amenazador a las nubes gordas.


Poco a poco la lluvia torrencial se vuelve lluvia serena, para después cesar.


Despiertan entonces al viento calido de la tarde que muere,


Bandadas de cometas, de cada una de las azoteas de los viejos edificios.


Niños y mayores la prenden del cielo, como una constelación de estrellas danzarinas.


Alzan miradas y risas, risueñas y juguetonas ambas. Inocentes.