lunes, 20 de septiembre de 2010


La mañana tangerina se despierta clara y perezosa. La higuera que cuelga de las murallas marchitas se estira retorciéndose bajo el tibio sol. Las sombras de la noche retroceden y dejan espacio en las callejas sinuosas que no pierden su esencia laberíntica siquiera a las luz cítrica de la mañana.

Perderse para encontrarse
Destruir para construir
Olvidar para recordar

Y tu sombra me besa los pies en los callejones de la medina.
Me espera agazapada en la esquina de algún recuerdo, hasta que al final, como un chico revoltoso te agarro de la mano, y te llevo conmigo adonde voy. Donde nada es lo que parece ser y los miedos son menos temidos y la alegría mas verdadera.

El eco de las pisadas se magnifica en la soledad espumosa del alba y conjura miles de pasos de antaño, resonancias de algún pasado que se desvanecen taconeando y mueren a la sombra de la mezquita.

Cielos azules entreverados con cornisas, antenas, cables y gatos al sol.

Todo permanece igual, en constante cambio. Un ligero movimiento perpetuo, solo perceptible si es observa en silencio.

Camino despacio, sintiendo, oliendo, observando la cadencia y el devenir de la mañana que se cuela por la medina lenta, perezosa y clara.

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